Con voz cadenciosa, doña Isabel cuenta que su padre, Adrián Recinos, era una persona muy tranquila. “Él nunca aspiró a grandezas ni a puestos importantes, aunque al final sí se involucró en la política. En el mundo diplomático le dio mucho a su patria, tanto en Europa como en Estados Unidos, pero su pasión eran sus investigaciones”.
“A veces nos enseñaba las hojas en las que trabajaba y nos explicaba el significado de los símbolos. Fue un padre cariñoso y siempre procuró el bienestar de la familia. Era muy ordenado y se interesaba por hacernos comprender las cosas con bases científicas. Era un hombre muy tranquilo y estudioso”, recuerda su hija.
Relata que “uno de sus principales trabajos, tal vez el más importante, fue casi accidental. En una visita al museo Newberry, en Chicago, encontró una copia del manuscrito titulado La Historia del origen de los Indios de esta provincia de Guatemala, que resultó ser el Popol Vuh, y a partir de 1941 dedicó su tiempo a la traducción del documento, incluso estando en el exilio. Siempre añoraba el regreso a la patria, pero México lo trató muy bien. Su traducción es la que usa el sistema educativo. Hay que preservarlo para futuras generaciones; es algo que se volvió internacional; es nuestra historia y nuestros logros pasados; es nuestro deber mantener ese conocimiento”.
“Lo más duro para nosotros fue cuando perdió las elecciones, que ganó (Juan José) Arévalo. A él lo exiliaron, pero corrió con suerte. Recuerdo que los del triunvirato llegaron a la casa, le entregaron un pasaporte y le preguntaron ‘¿adónde quiere ir?’ Él decidió a Estados Unidos, ya que había sido embajador por 17 años en ese país”.
Doña Isabel comenta que “definiría el trabajo de él como un legado para el futuro, un regalo para las personas que se interesan en el estudio del Popol Vuh, y creo que estaría muy feliz de que su obra se difunda, para no olvidar de dónde venimos”.
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